Un paciente es atendido en una clínica.
LA HABANA.- Cuando en Cuba se paga en dólares la diferencia es notable. Si usted es extranjero y visita el hospital de cirugía de mínimo acceso Luis de la Puente Uceda, en la calle Párraga entre Vista Alegre y San Mariano, en la populosa barriada de La Víbora, a veinte minutos en auto del centro de La Habana, recibirá una atención esmerada.
Una asistente de limpieza vierte un chorro de aromatizante en el inmaculado piso de la clínica, donde no faltan frazadas ni escasea el agua. Las enfermeras son afables y los médicos siempre sonríen. Los sanitarios te llaman señor o señora. En las salas de ingreso elaboran un menú diferente de almuerzo y comida.
Los custodios, con caras de pocos amigos, franquean el paso ‘al personal no autorizado’. A una madre despistada que entró para darle un aerosol a su hija, el vigilante le dice: “Compañera, este lugar ahora es para extranjeros. El cuerpo de guardia de cuando era un policlínico fue reubicado a varias cuadras”.
Una funcionaria señala con orgullo que "este hospital de cirugía de mínimo acceso es el mejor de su tipo en Cuba y probablemente uno de los mejores en Latinoamérica”. Y aclara que vienen “personas de muchas partes del mundo para atenderse aquí”.
Para poder cubrir la demanda, los seis pisos del antiguo policlínico-hospital Luis de la Puente Uceda, que atendía a residentes en distintas zonas del municipio Diez de Octubre, ya no eran suficientes. En un antiguo parqueo se construyó una sala dedicada a la rehabilitación de los pacientes.
Yosmani, vecino de la cuadra, explica que “en ese espacio se pensaba construir un edificio para familias que habían perdido sus casas por el paso del ciclón. Pero la prioridad es ganar dólares” La necesidad de expansión del hospital también afectó a un círculo infantil que se encontraba en mal estado. "Pero un día llegaron brigadas estatales y en tres o cuatro meses la remodelaron”, cuenta Magda, otra vecina.
El otrora círculo infantil fue convertido en una sala de ingreso con habitaciones climatizadas, televisores de pantalla plana y baños con agua fría y caliente. Se le añadió un piso extra y cámaras de seguridad en los alrededores.
“Después el gobierno se llena la boca para hablar de igualdad y socialismo. Muchas madres con hijos pequeños, como yo, fuimos afectadas. Nos mandaron para un círculo en Santa Catalina y Buenaventura, que cerró por daños en su estructura y problemas con el abasto del agua. Cuando se trata de clínicas dedicados al turismo aparece el dinero, pero cuando se trata del pueblo, que se jodan”, afirma Daniela, ama de casa.
A seis cuadras del hospital de cirugía de mínimo acceso, en una casona destartalada, fue reubicado el cuerpo de guardia del antiguo policlínico-hospital que antes de 1959 fue una clínica privada y después de nacionalizada y rebautizada con el nombre del guerrillero peruano Luis de la Puente Uceda, por lo menos hasta que la década de 1980-90 era uno de los mejores centros de salud pública de La Habana.
En la actualidad, la desatención y el deterioro son evidentes. A falta de frazadas, una empleada limpia el piso con un pulóver viejo. A nadie le dicen 'señor o señora', si no 'compañero y compañera'. La planta de generación no funciona si hay apagones. Y los pacientes tienen que llevar la boquilla para darse un aerosol y jeringuillas desechables para inyectarse. Hoy forma parte del socialismo real cubano.
En los hospitales ‘del pueblo’, los especialistas tienen consulta una vez al mes, cuando asisten. Si quieres recibir una buena atención tendrás que hacerles regalos. Puede ser un almuerzo, una tarjeta de recarga telefónica o un billete de cinco dólares. Entonces, por arte de magia, aparecen medicamentos en falta, aunque no siempre puedes garantizar un tratamiento óptimo. Braulio, jubilado, pagó diez dólares y pudo conseguir un turno con una dermatóloga, “pero después no pude conseguir los medicamentos recetados”.
Un médico confiesa que existe un abanico de tratamientos, según el poder adquisitivo del paciente. “Los que vienen por la 'libreta' (así les llaman a quienes no hacen regalos), se les receta lo que hay en farmacia, que es prácticamente nada, o medicina verde que demoras meses en curarte. A los que tienen divisas se les da el link de grupos en WhatsApp o Telegram que venden medicamentos traídos de afuera o la dirección de la farmacia internacional que los vende”.
En el mercado informal, un frasco de vitaminas C de 500 gramos traídas de Miami cuesta entre mil y mil quinientos pesos. Un antibiótico de primera generación puede rondar los cuatro mil pesos el tratamiento completo y un spray para el asma, más de doscientos pesos.
La farmacia situada en la Calzada Diez de Octubre entre Patrocinio y O’Farrill, en La Víbora, es la principal del municipio. Una empleada indica que “no debieran faltar los fármacos considerados básicos. Pero hace más de veinte días que no entra ninguno. Tenemos un faltante de más de 700 medicamentos. No hay dipirona, tampoco hay ungüentos, jarabes, antibióticos. Ni siquiera agua destilada. Y hace dos meses que no entran medicamentos para controlar la diabetes y la hipertensión arterial”.
Así lo reconoció a la prensa oficial Rita María García Almaguer, directora de operaciones y tecnología de la industria farmacéutica (BioCubaFarma). “Desde 2016 hasta le fecha hemos tenido un período muy difícil para garantizar el abastecimientos de 801 medicamentos del Cuadro Básico. 505 de los cuales son producido en el país y el resto importado fundamentalmente de China, India y países europeos”.
García Almaguer atribuyó esos problemas a que “más del 85% de los recursos que empleamos en la producción de los medicamentos son importados. La falta de financiamiento oportuno para pagar a los proveedores con los que mantenemos negociaciones para adquirir materias primas, envases e insumos trajo como consecuencia la falta y baja cobertura de determinados medicamentos en el país”.
Para 2022, las autoridades sanitarias prometieron una mayor producción de fármacos. “Se está produciendo determinados niveles de antibióticos, diuréticos y medicamentos para la hipertensión y de la India se está importando spray de salbutamol. Pero la demanda supera por mucho la oferta”, asegura el jefe de turno de una planta de elaboración de medicamentos al oeste de la capital.
Mientras en la exclusiva clínica ubicada en La Víbora poseen tecnología punta, en los hospitales públicos de la isla las condiciones son precarias. Faltan desde jeringuillas hasta algodón. “No tenemos ni guantes. Siempre le pido a los pacientes que traigan jeringuillas desechables, pues el equipo de esterilización no cumple con los parámetros adecuados”, apunta una enfermera.
En las clínicas dentales sucede igual. Sara, estomatóloga, hace diez días no trabaja por "falta de anestesia y otros insumos, sin contar que el agua de la cisterna está contaminada y nadie ha venido a resolver el problema”.
A las carencias y dificultades, se suma la corrupción rampante en las instituciones de salud provoca que medicamentos de donación sean robados y revendidos en el mercado informal o los galenos los utilizan en pacientes que pagan o hacen regalos.
Oneida tiene a su madre ingresada en La Dependiente, uno de los hospitales principales del municipio Diez de Octubre. Ella manifiesta que “en las salas de ingresos la limpieza brilla por su ausencia. Los baños son un asco. Además de traer sabanas, ventiladores, toallas y piyamas, entre otros enseres, tenemos que traer algodón, jeringuillas desechables y medicamentos. Y bastante dinero para comprarle comida y merienda a las enfermeras y doctores. Es la única forma de lograr una buena atención. Hace rato que la salud pública en Cuba dejó de ser gratuita”.
El castrismo ha diseñado un país estrafalario. En 2021, el régimen invirtió 57 veces más en turismo que en salud pública. En el cinturón económico aledaño al puerto del Mariel, a poco más de 40 kilómetros al oeste de La Habana, hace un año se inauguró un flamante centro biotecnológico para producir sofisticados medicamentos y vacunas contra la pandemia, pero es incapaz de producir una simple aspirina.
Desde hace año y medio, Laura, maestra jubilada, espera para operarse un quiste en un seno. “El médico me dice que están paradas las intervenciones quirúrgicas por falta de recursos. Solo priorizan las de urgencia”. Cuando el paciente tiene dólares la historia es diferente. Gracias a familiares en el exterior, a Yulia, diseñadora, por mil cuatrocientos dólares le hicieron una cirugía estética en el abdomen y la cintura. "El especialista que me atendió tenía un todos los recursos. Me hicieron la intervención en el Calixto García que es un hospital estatal”.
Y es que el billete verde del ‘enemigo’ garantiza ciertos privilegios en Cuba.
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